Doña U zeda de rivera Maldonado de bracamonte y Anaya era baja, rechoncha y bigotuda.
Tenía los ojitos ratoniles, maliciosos. Sabia dilatarlos o desmayarlos con recato o levantarlos con disimulo. Caminaba cantoneando las imposibles caderas y era difícil, al verla, no asociar su estampa achaparrada con la de ciertos palmípedos domésticos.
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